CONDUCTAS QUE TE VOLVERÁN HIPOCONDRÍACO

1. CENTRAR LA ATENCIÓN SOBRE TUS SENSACIONES FISIOLÓGICAS

darjeeling

El cuerpo está hecho para funcionar sin que nos percatemos de la mayoría de sus mecanismos. Y cuando necesita que lo atendamos manda señales muy claras, sobre todo dolor. Cuando examinas constantemente las reacciones que ocurren en tu cuerpo te darás cuenta de muchos fenómenos que normalmente pasan inadvertidos (un picor, un dolorcillo, una sensación extraña, un granito). Siempre han estado ahí, pero no te habías dado cuenta hasta ahora. Este es el primer paso del resto del proceso.

 

2. COMPROBAR TODO EL RATO EL ESTADO DE ESAS SENSACIONES

posesión

Una vez que has descubierto alguna sensación nueva, comprobar cómo funciona constantemente va a provocar que amplifiques esas señales y les des más importancia de la que tiene. Cuando compruebas todo el rato si esas sensaciones van a más o se mantienen como estaban, provocas que, solo con tu atención, estén mucho más presentes y que parezca que se han disparado.  Es entonces cuando empiezas a preocuparte porque “eso antes no te pasaba”. Ocurre lo mismo cuando descubres un defecto que no habías notado en una persona: antes no te dabas cuenta y ahora no puedes dejar de mirar y rayarte.

 

3. AUTODIAGNÓSTICOS

killbill

Sí, es inevitable hablar de las búsquedas en Internet y en sus foros llenos de enteradillos cuando tocamos este tema. Te lo habrán dicho mil veces, pero que sean mil y una: NO TE METAS EN INTERNET PARA SABER COSAS DE ENFERMEDADES. Vas a salir loco y, lo que es peor, muy desinformado. Piensa en la persona más inepta, tarada y retorcida que conozcas… Ahora date cuenta de que esa persona puede escribir libremente en Internet lo que le dé la gana y decir que sabe muchísimo del tema. A lo mejor así se te quitan las ganas de recurrir a fuentes inapropiadas. Y, sí, también hay gente válida opinando: les reconocerás porque todos ellos darán información con cautela y te recomendarán que acudas a un profesional.

 

4. CONFUNDIR ANSIEDAD CON ENFERMEDAD

walking

Ya tienes una sensación de tu cuerpo que no habías percibido hasta ahora y a la que le das una importancia exagerada. Y también tienes un diagnóstico chapucero y muy agorero. Lo siguiente es que te empieces a poner nervioso, y aquí es donde los acontecimientos empiezan a precipitarse. La ansiedad es una reacción que activa todo tu cuerpo. Eso significa que vas a empezar a sentir muchas cosas extrañas que van a servir para confirmar tus peores pronósticos. Alteraciones en el ritmo cardíaco y respiratorio, tensión muscular, mareos, vértigos y molestias gástricas. Todo ese catálogo cuadra perfectamente con una respuesta de ansiedad típica, que es muy molesta, pero totalmente inofensiva.

 

5. PONER A PRUEBA TUS CAPACIDADES

simpsons

Aún no tienes bastante y tú, que te tienes por una persona racional, decides confirmar tu diagnóstico. Para eso empiezas a ponerte a prueba en situaciones que antes eran de lo más cotidiano: “¿Puedo concentrarme tanto como antes?”, “¿Estoy mareado en este momento?”, “¿Veo los objetos con claridad?”, “¿Estoy escuchando algún pitido extraño?”.  Plantearte estas dudas de forma ansiosa va a provocar  que siempre encuentres mil razones para reconfirmar tu diagnóstico.

 

6. DEJAR DE HACER COSAS NORMALES PORQUE TE ALTERAS

contagio

Llegados a este punto ya tienes una buena papeleta. Solo te falta que esa preocupación sin fundamento tenga calado en tu vida cotidiana. Lo primero que ocurre es que dejas de hacer tu rutina normal porque cualquier cosa te altera cada vez más. La más mínima actividad genera sensaciones que antes eran normales y ahora son desagradables. Salir de fiesta, ir en transporte público, hacer deporte o, ir de compras se ha convertido en una amenaza a tu tranquilidad. Y por eso empiezas a evitarlas. Este es el punto en el que la gente a tu alrededor comienza a preocuparse y tú empiezas a perder calidad de vida.

 

7. CONTARLE A TODO EL MUNDO LO MAL QUE ESTÁS

grey

El apoyo de los demás en estas situaciones es un arma de doble filo. Por el lado bueno te calman y te animan. Por el malo, sirve para que te acostumbres a estar todo el día hablando de esos temas. Y, al final, siempre acaban dándote un dato que te preocupa más aún: una historia chunga de un amigo, una conclusión sobre tu salud que no te resulta 100% convincente o tranquilizadora (¡ni que fueran médicos!) o un silencio que interpretas como que “te están ocultando la verdad”. Y así empieza de nuevo todo el ciclo que acabará dejándote KO si no le pones remedio.

por José Manuel Campo