Laboratorio: LOS MONOS AMOROSOS

monete peluche

 

1. ¿QUÉ HICIERON?

Los ingredientes básicos del experimento de hoy son un montón de chimpancés recién nacidos, un robot y un peluche gigante. Y, aunque parezca una broma, el tema que nos ocupa con este experimento es importante. Hoy trataremos de averiguar en qué se basa el amor más puro e incondicional que existe: el que siente un bebé recién nacido hacia su madre. La incógnita de partida se resume en ¿qué es más importante para la formación de vínculos afectivos madre-hijo, la alimentación o el contacto físico? ¿La comida o el cariño? O, si nos ponemos más poéticos: ¿En qué se basa el amor?

Fueron Harlow y Zimmerman quienes, en 1959, se propusieron resolver esta duda.

Su experimento consiste, una vez más, en una maldad muy ingeniosa. Empieza apartando de sus madres a un grupo de crías de chimpancé recién nacidas. Desde su primer día de vida, y durante los 165 días siguientes, a estos monitos bebés les asignaron dos “madres” sustitutas diferentes:

Grupo A: MADRE DE ALAMBRE. Una estructura metálica con las formas y proporciones de un chimpancé adulto en la que colocaron un dispensador de leche.

Grupo B: MADRE DE FELPA. La misma estructura pero recubierta de gomaespuma y felpa, que le daba un tacto similar a un peluche. Esta madre también contaba con un dispensador de comida.

Los dos grupos, con sus respectivas madres sustitutas, convivían en el mismo espacio. La diferencia es que al Grupo A les alimentaba la madre de alambre y al Grupo B, la de felpa.

¿Se encariñarían los bebés de chimpancé con la madre que les alimentara, independientemente de que fuera más o menos guapa?, ¿Qué diferencias con respecto a los afectos podrían suscitar las madres en sus crías asignadas?

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2. ¿QUÉ RESULTADOS OBTUVIERON?

Los resultados de la investigación fueron incuestionables. Todas las crías de chimpancé, independientemente de quien las alimentara, pasaban muchas más horas agarradas a la madre de felpa que a la madre de alambre. Mientras la suave madre de felpa cosechaba unas 15 horas diarias de abrazos monescos, la desagradable madre de alambre solo pasaba con sus crías una hora al día en total. Por supuesto esa única hora que pasaban las crías con la madre de alambre coincidía con los ratos de la comida.

Además, cuando introducían elementos extraños en la jaula con el objetivo de asustar a los monos, como osos mecánicos de juguete o arañas de madera, todos acudían a buscar consuelo en los brazos de la madre de felpa. Y, después de pasar unos minutos con ella, se sentían con fuerzas para explorar y jugar con esos estímulos desconcertantes. Pero durante ese tiempo nadie se acordaba de la madre de alambre.

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3. ¿CÓMO SE EXPLICAN ESTOS RESULTADOS?

Los investigadores responsables de este experimento acuñaron el término “Consuelo por contacto” para explicar los resultados obtenidos. Y no debieron estar muy desatinados, ya que aún no ha sido sustituido por otro mejor.

Pero ¿Por qué es más importante el contacto físico que el alimento al formar vínculos afectivos? La razón fundamental es que el contacto piel con piel es un estímulo más exclusivo que la comida, no se puede sustituir. Pero ese no es el único motivo:

1. Ofrece la protección necesaria para eliminar potenciales amenazas del entorno.

2. Las primeras interacciones son puramente físicas. Así es como los bebés descubren a las otras personas y es la manera en que empiezan a adquirir un significado. Un bebé no necesita escuchar un “te quiero”, necesita contacto físico.

3. A través del contacto se responde con rapidez a las necesidades de las crías.

4. El contacto físico proporciona experiencias gratificantes tanto a la madre como a la cría.

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4. ¿POR QUÉ ES ROMPEDOR ESTE EXPERIMENTO?

Uno. Porque nos demuestra que el apego más auténtico no es competencia exclusiva de la biología, sino de la(s) persona(s) que se encarga(n) día a día de proveer cuidados y cariño cuando se necesitan. De hecho, en otras investigaciones sobre este tema con humanos, se demostró que en el 39% de los casos la persona con la que los bebés mantenían una relación de apego más estrecha no era la madre, sino otras personas que se responsabilizaban de los cuidados.

Dos. Porque también nos demuestra que el tacto es la base de todo nuestro mundo emocional. El sentido del tacto sirve para mucho más que para reconocer objetos, también nos informa de nuestras sensaciones internas. A esto se le llama “propiocepción” y nos ofrece las sensaciones primarias que, más adelante, cuando aparece el lenguaje, empiezan a catalogarse como emociones. La alegría, la ansiedad, el miedo o la sorpresa al principio no son más que sensaciones físicas asociadas a una determinada persona o situación. Podemos decir entonces que el corazón no es el centro de nuestra vida emocional, sino la piel. A través de la piel nos ponemos en contacto con el mundo, algo imprescindible para desarrollar emociones. Porque eso que llamamos nuestro mundo “interior” no es más (ni menos) que un montón de reacciones hechas a la medida del mundo “exterior”.

Tres. Porque nos ilustra muy bien sobre los orígenes de la seguridad en uno mismo. Tendemos a pensar que esta es una característica interna, casi innata, como un don divino que unas personas tienen y otras no. Pero nada más lejos de la realidad. ¿Qué necesitaban los monetes para atreverse a explorar su entorno? Simplemente alguien que les ofreciera consuelo siempre que se asustaran. Y cuando sabían que podían contar con eso, salían a explorar el mundo y sus peligros. 

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por José Manuel Campo