LLEGAR A TODO

LLEGAR A TODO es una regla de conducta en la que hemos sido educados prácticamente todxs. Uno de los grandes mitos culturales del momento, junto al de la actitud positiva, el de la autoestima, o el de que las emociones son enfermedades. De todos estos mitos, el de LLEGAR A TODO es uno de las más interesantes. Por su tremendo impacto psicológico y por lo dañino que se vuelve en un momento como el actual. Vamos por partes.

La regla de LLEGAR A TODO se podría resumir en que «para hacer las cosas bien y aprovechar la vida tenemos que dar el máximo de nosotrxs mismxs en cada cosa que hagamos». Hay dos partes aquí:

  1. La necesidad de hacer muchas cosas.
  2. La obligación de hacerlas impecablemente.

Este mito es una forma de plantearse la vida que se concreta en una pretensión, en una definición del éxito y del fracaso, en una obligación profesional y en una exigencia autoimpuesta.

Igual que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, las infinitas opciones que nos ofrece el mundo de hoy vienen acompañadas de una gran presión por intentar llegar a todo. Ser lxs mejores profesionales, estar al día en nuestro sector, tejer una red de contactos excelentes, ser lxs mejores hijxs, padres y hermanxs, lxs mejores amigxs, estar estimuladísimxs intelectual y físicamente, conocer los sitios más guays, viajar a los destinos más molones, tener un hobbie que nos haga sentir vivos, estar pegado a la actualidad, tener una opinión política elaborada, ser socialmente responsable… Pretender dominar cada una de estas áreas y, además, mantenerse emocionalmente equilibrado es la quintaesencia del LLEGAR A TODO. Además, a medida que crece la complejidad del mundo, estamos más contra las cuerdas: o cambiamos nuestra forma de plantearnos este tema o petamos ya del todo. Como individuos y como sociedad.

Por lo que este mito es tan potente es porque nos confronta con un drama existencial: la vida siempre nos va a ofrecer más objetivos a alcanzar que medios para conseguirlos. Nuestra lista de objetivos y deseos puede ser infinita. El tiempo y la energía para llevarlos a cabo, no. Este conflicto entre medios y fines es especialmente acusado en este momento. Nunca el mundo había ofrecido tantas alternativas al ciudadano medio. Tenemos a nuestra disposición todos los datos que queramos, infinidad de alternativas profesionales y de ocio, mil opciones de estilo de vida. La movida es que, por mucho que nos esforcemos, las opciones son tantas que siempre nos van a exceder.

Explicada así, es evidente que esta regla de conducta es una mierda. Y lo es. Sin embargo, cuesta un montón librarse de ella y empezar a regirse por otros planteamientos más del siglo 21. Lo que dificulta la renuncia a esta forma de funcionar es que se basa en procesos de reforzamiento. No tenemos a nadie detrás con un palo dándonos en la cabeza si no cumplimos todas las promesas que nos hace el mundo. Pero sí dejamos de acceder a cosas guays. Renunciar a LLEGAR A TODO implica renunciar a poderosos reforzadores: nos toca decir que no a gente y notar lo mal que les sienta, dejamos de estar al día y de estar expuestos a fuentes de estimulación intelectual, tenemos otro ritmo profesional… Pero, sobre todo, nos vemos obligadxs a renunciar a una sensación de control y omnipotencia que a todxs nos pone muchísimo.

Somos una generación entera la que identificamos el NO LLEGAR A TODO con la mediocridad y el fracaso. Y es esa incapacidad para renunciar y para plantearnos en éxito en otros términos donde nos asfixiamos, donde la vida nos da de hostias y por donde acabamos rompiéndonos. Pero no aprendemos la lección más obvia: ES IMPOSIBLE LLEGAR A TODO Y ES UNA NECEDAD PRETENDERLO. No. Creemos que es nuestra culpa por no haber tenido la actitud correcta. Y nos remangamos para volver a intentarlo, esta vez con más ganas. Como si la primera hostia no hubiera sido suficiente. Y no es que seamos imbéciles, es que no conocemos la alternativa.

Una alternativa potente a llegar a todo es LLEGAR A LO QUE QUIERO LLEGAR. Este planteamiento no se basa en la renuncia a la ambición, ni a la exigencia, ni al perfeccionismo. No tiene nada que ver con la autocomplacencia, ni con la aceptación de la mediocridad. El principio activo de LLEGAR A LO QUE QUIERO LLEGAR es la decisión personal y el criterio propio. Se trata de decidir en qué me esfuerzo. Tener un papel activo en la selección de los objetivos y las tareas en las que voy a comprometer mis esfuerzos. Y si soy feliz conformándome con una vida más sencilla, pues olé. Y si soy feliz llegando al máximo de mis ambiciones, pues olé también. El caso es decidir con qué me comprometo desde un análisis personal y no ser comido por una inercia invisible.

Los algoritmos de las redes sociales y de los motores de búsqueda simplifican la inabarcable vastedad del mundo virtual y nos lo dosifican para que podamos transitarlo. También hacen otras cosas perversas, pero ese es otro tema. Para cargarse el LLEGAR A TODO, debemos convertirnos en nuestro propio filtro a la hora de decidir con qué nos comprometemos. Es como transformarnos en nuestro propio algoritmo, pero sin el spam ni la maldad.

La herramienta principal para instalar ese filtro es el fortalecimiento del criterio propio. Si no tienes claro dónde quieres llegar, es muy probable que te dejes conducir por el camino con más inercia. Es decir, por la pretensión de LLEGAR A TODO. Porque si no tenemos claro lo que necesitamos, no va a ser el mundo el que nos guíe hacia la satisfacción de nuestras necesidades. Si no he identificado que me apetece una mierda ir al cumpleaños al que me han invitado, casi seguro que acabo yendo. Si no soy yo quien defiendo mis opciones para encargarme de una tarea molona del trabajo, no va a ser mi compañerx quien me la ofrezca. Si no me planteo yo qué quiero hacer este finde, seguramente acabe guiado por alguna carambola de cabeza a un plan pereza. Si no sé por dónde quiero llevar mi carrera profesional, será el azar el que decida. En resumen, que si no tienes claro qué quieres hacer con tu tiempo y tus energías, casi seguro que acaban en manos de otras personas.

Una vez que se aprende a identificar y respetar el criterio y las necesidades propias, hay muchas conductas que también ayudan a cargarse ese LLEGAR A TODO:

  • Hacer pocas cosas, pero hacerlas con atención. Es más operativo seleccionar en qué se quiere invertir tiempo y energía que meterse en todo indiscriminadamente y petar un cable.
  • Entender que toda prioridad implica una renuncia. Plantearte a qué estás diciendo que no cada vez que dices que sí a algo. Porque seguramente esa renuncia sea hacia ti mismx.
  • Centrarte en lo que tienes delante en lugar de en todo lo que no estás haciendo. Siempre habrá muchas cosas que no estés haciendo ahora mismo. Céntrate en lo que tienes entre las manos.
  • Decidir en función de lo que necesitas. Entrenar la capacidad para ver, momento a momento, cuál es la alternativa que mejor hace match con tus necesidades.
  • Normalizar los límites a los demás para que las necesidades propias y las ajenas estén armonizadas. Los límites también son amor.
  • Descomprometerse con obligaciones que se han adquirido sin pensarlo bien. Hacer algo para gestionar los dementores y robatiempos que identifiques en tu vida.
  • Bloquear activamente tiempos libres en tu semana para dar espacio para que fluya el deseo.
  • Desautomatizar el SÍ por defecto y ganar tiempo antes de adquirir nuevos compromisos. En plan «déjame que me lo piense, que no te quiero decir que sí y luego ver que no puedo».