cuando lo pienso vs cuando lo digo

Expresar nuestro criterio con claridad y firmeza es imprescindible para tener una imagen propia que nos haga justicia. Cuando somos incapaces de sacar las opiniones, quejas y aportaciones que tenemos en la cabeza, acabamos desmereciéndolas y considerándolas inferiores. Y, por extensión, nos sentimos unxs pringadxs que no estamos a la altura de nuestras propias expectativas.

Cuando más a prueba se pone nuestra capacidad para expresar nuestro criterio es cuando hay alguna interacción complicada. Aquí cabe todo tipo de conversaciones: una negociación, una bronca, una petición, una intervención en público. Para entrenar esta capacidad, debemos entender que en una conversación complicada hay dos niveles: el nivel personal, en el que ha de aclararse el criterio propio y el nivel de interacción, en el que se adaptar los mensajes a cada situación comunicativa. Vamos por partes.

Nivel personal: aclarar criterio propio

Empezamos con una regla general: hasta que no tengas claro qué necesitas o qué esperas de una conversación complicada no abras ese melón. Las conversaciones son la vía para acercar dos o más posiciones, pero si no tienes clara cuál es tu posición difícilmente sabrás por dónde llevarla. Tener una interacción complicada sin aclarar tu criterio es como correr una maratón sin haber entrenado, o como ir a Mercadona sin haber revisado antes la despensa. No estás preparadx.

Es un error mezclar ambos niveles porque si se comienza una negociación sin tener claro el mensaje, este tendrá que depurarse durante la interacción. Esto resulta confuso y abre la puerta a que la otra parte pueda manipular una posición propia que, al no estar clara, es más débil. Si no tienes tu criterio a punto dependes de la improvisación, del azar o de lo que haga tu interlocutor. Es decir, estás vendidx, y las probabilidades de que seas incapaz de ejercer un control sobre tu discurso son muy altas.

Para no bloquearte, encárgate de sintetizar el mensaje que quieras transmitir. Dale forma encontrando las palabras que reflejan de forma fiel lo que necesitas expresar. Es como esculpir, pero en lugar de un jarrón moldeas un mensaje, y en lugar de usar las manos utilizas palabras. Ensaya la conversación contigo mismx, con otra persona o por escrito. Algunas de las siguientes preguntas te pueden ayudar a articular el mensaje:

  • ¿De qué tema necesito hablar? Acotar el tema en una frase. Es como un titular de la conversación.
  • ¿Qué quiero sacar de esta conversación? Equivale al objetivo. Esta parte requiere mucha honestidad con unx mismx. Ya valorarás después si haces partícipe a la otra parte de ese objetivo, pero por lo menos tenerlo claro tú.
  • ¿Qué sería para mí una solución? Esto es exclusivo de las conversaciones orientadas a solucionar un problema. Equivale a la propuesta. Otra vez: no abordes un conflicto hasta que esta parte no esté clara.
  • ¿Qué partes me cuestan más? Analiza por qué esta interacción es difícil par ti. Da igual que ¿objetivamente? lo sea o no. Si hay alguna parte que te cuesta es por algo y, cuanto mejor la identifiques, más controlada estará.
  • ¿Cómo me siento expresando esto? Identificar las sensaciones es clave para que tu discurso esté bien articulado. Date cuenta de si te sientes egoísta, o culpa, o vergüenza y analiza de dónde vienen estas sensaciones. Trata de entenderlas, más que de anularlas.

Nivel interacción: concretar el mensaje

Aquí entra todo lo que tiene que ver con la otra persona: bajar el mensaje a la tierra y adaptarlo a la situación comunicativa concreta. Una vez tienes claro tu criterio y tu mensaje, está bien que pienses la forma más efectiva de hacerlo llegar. Hay dos grandes habilidades que influyen en la capacidad de expresar lo que se necesita:

1. Habilidades sociales y de negociación. En términos generales, el manejo del conflicto consiste en expresar el punto de vista propio y entender el ajeno. Las herramientas básicas para acometer este objetivo son las preguntas (hacer hablar a la otra persona) y las autorrevelaciones (contar lo propio). Siempre que falte alguna de esta partes, es muy probable que la conversación descarrile.

2. Manejo de la tensión. Las conversaciones chungas generan tensión, eso es así. Precisamente por eso es necesario aprender a manejarla para no ir a lo loco.

  • Prepara la conversación. Lo que explicaba más arriba: cuanto más improvises más posibilidades de descontrol. A veces es desagradable hasta pensar en ello, pero no lo evites. Si te pone de los nervios preparar la conversación, imagínate tenerla. Toda la ansiedad que conquistes en la preparación te la quitas del momento de la verdad.
  • Asume que vas a estar con tensión. Creemos que la tranquilidad es un prerrequisito para la acción, pero es mentira. La mayor parte de las veces nos toca actuar estando de los nervios, y no pasa nada. Cuanta más tranquilidad te exijas, más de los nervios te vas a poner así que intenta adquirir control sobre esa respuesta pero asumiendo que hay una ración de ansiedad que te vas a comer con papas.
  • Localiza tu tensión. ¿Dónde notas que estás de los nervios? ¿Cómo se manifiesta tu ansiedad? Esta parte se refiere a toda tu conducta: las reacciones de tu cuerpo (tensión muscular, sudoración, taquicardia…), tu comunicación no verbal (expresión emocional, titubeos, tono de voz…), tu conducta motora (agitación).
  • Anticipa y expresa tu ansiedad al interlocutor. Intentar disimularla solo va a servir para que te pongas más de los nervios. «Me vas a notar un poco tensx porque esta conversación me pone nerviosx». Puedes estar ansiosx y manejar la situación de lujo, una cosa no quita a la otra.

Una vez transitados todos estos puntos, aplica alguna técnica de relajación que te funcione: respiración profunda, tensión/distensión muscular, atención plena, uso de alguna sustancia, distracción. Lo que a ti te venga bien.