PENSAMIENTOS INTRUSIVOS

Los pensamientos intrusivos son ideas e imágenes que aparecen de forma súbita y cuyo contenido genera mucho rechazo porque atentan contra el sistema de valores de la persona que los experimenta. Por lo general tienen que ver con algún tabú cultural como el sexo, la agresión o la pérdida de control:

  • Imaginar que se empuja a alguien a las vías del metro, o que te empujan a ti.
  • Tener pensamientos desagradables de tipo sexual con personas inadecuadas.
  • Imaginar una agresión salvaje a una persona desvalida.

A pesar de lo desagradable o inadecuado de su contenido, este tipo de pensamientos los tiene todo el mundo. Aunque no a todo el mundo le impacta de la misma manera. Lo habitual (y lo saludable) es no prestar atención a este tipo de ideas o imágenes, que no se les otorgue ninguna importancia y que queden sepultados en el torrente de pensamientos cotidianos que experimentamos continuamente.

Sin embargo, debido a su contenido, a muchas personas les preocupa mucho experimentar este tipo de conductas. Las consideran el indicio de una tendencia peligrosa que hay que controlar para que no se traduzca en una amenaza real. Es aquí cuando se complica la cosa, cuando se ejerce un control sobre ellos. Si creemos que estos pensamientos informan de alguna amenaza albergada en nuestro interior, comenzamos a hacerles caso: intentamos eliminarlos, analizarlos para descubrir sus causas ocultas o tomamos precauciones más o menos explícitas. Es decir: hacemos algo al respecto, no los ignoramos. Muchas veces, las respuestas que se emiten para eliminar estos pensamientos es algún tipo de ritual. Este puede ser cognitivo (pensar una frase a modo de mantra) o motor (tocar objetos en un determinado orden o deshacer una acción y hacerla de otra forma). A esta secuencia de pensamientos intrusivos y rituales se la conoce como trastorno obsesivo compulsivo. Otras muchas veces, lo que se hace es darles 8000 vueltas buscando una conclusión que reduzca el peligro.

A nivel técnico, lo que ocurre cuando emitimos alguna respuesta alrededor de estos pensamientos es que los estamos reforzando. Es decir: incrementamos las probabilidades de que vuelvan a aparecer en un futuro. Es un efecto paradójico porque cuanto más intentamos aplacar su presencia, más nos atenazan. El alivio que experimentamos las primeras veces que conseguimos apartar estos pensamientos acaba generalizándose tanto que impide que tengamos otra cosa en la cabeza. Es como cuando limpiamos una habitación de forma minuciosa, que en lugar de disfrutar de la tranquilidad de un espacio limpio, acabamos viendo cada vez más mierda en los rincones.

Una mala relación con los pensamientos intrusivos no indica una tendencia a la locura (por decirlo mal y pronto), sino un autocontrol excesivo. No pretendo que una explicación breve disipe las dudas sobre tus propios pensamientos. «Sí, sé como me dices pero ¿y si te equivocas? ¿y si mi caso es distinto? ¿y si yo estoy cayendo de verdad en la locura? Con que haya una mínima probabilidad…» Para que saques tus propias conclusiones, te cuento los criterios que yo valoro en sesión para discriminar si estas ideas son pensamientos intrusivos, o si pueden ser indicativos de otro tipo de conducta:

  • Reacción emocional. Si te da miedo pensar en ello, seguramente sea un pensamiento intrusivo. Cuando son pensamientos intrusivos, pensar en estas cosas asusta un montón. No hay un deseo, no da gusto sostener estos pensamientos. Cuando una persona cree de verdad en sus ideas bizarras, pensar en ellas les puede generar un conflicto, pero siempre hay una base de deseo.
  • Control. Ya hemos hablado del control como el principal reforzador de estas ideas. Cuando NO son pensamientos intrusivos, la persona que piensa estas locuras intenta disimularlas, pero no controlarlas. En esos casos no se pretende que los pensamientos desaparezcan, sino que no se noten.
  • Afrontamiento obsesivo. Es más que probable que estos pensamientos se vuelvan un problema para las personas que, en general, intentan ejercer un control excesivo sobre sí mismas y sus circunstancias. Si por lo general te rayas mucho con las cosas y eres perfeccionista, lo más probable es que estas ideas sean pensamientos intrusivos.

Aunque parezca contraintuitivo, lo que toca hacer con los pensamientos intrusivos es tolerar su presencia sin pretender que no existan. Cuando dejamos de amplificarlas con nuestra atención, estas verbalizaciones vuelven a ser una parte minúscula del flujo de pensamiento errático y azaroso en el que estamos inmersos constantemente. La base teórica de disciplinas como la meditación, que destacan la necesidad de no identificarse con cada pensamiento o emoción momentánea que experimentamos a lo largo del día es de gran ayuda en estos casos.